domingo, 10 de mayo de 2020

Ángel de alas quebradas



Ya te felicité el domingo pasado por el día de la madre, y vuelvo a hacerlo hoy que es el día de la madre en Alemania, y además tu cumpleaños.

Recuerdo que muchos años coincidían y celebrábamos ambos días juntos en familia, incluso cuando aún era niña y teníamos una familia intacta.

Hoy cumplirías nada menos que 84 años. Pero ya no estás aquí para celebrarlo. Ni para abrazarte y darte un beso y decirte que te quiero.

Aunque hubo un tiempo en el que nos llevamos bastante bien y del que me quedan bonitos recuerdos, nuestra relación casi siempre fue bastante tensa.

Tú hacías cosas que se escapaban de mi entendimiento, y yo no conseguía comprender el motivo de tu comportamiento, en muchas ocasiones, más que extraño.

Al principio era joven e inmadura, después pasé a hacer mi propia vida, incluso llegó un momento en el que dejé de hablarte durante más de un año, porque tu actitud ya no solamente me afectaba a mí, sino también a mi hija pequeña...

Fue como un chorro de agua fría cuando todo se aceleró y tuve que luchar durante tres meses para conseguir ingresarte en el hospital, porque tu comportamiento pasó de ser extraño a paranoico y totalmente inexplicable, y te diagnosticaron esquizofrenia paranoide.

Aún recuerdo cómo todo mi mundo se derrumbó en un solo fragmento de segundo, cuando la psiquiatra me dijo que oías voces, que el diagnóstico era firme, y que esa enfermedad te venía de lejos, aunque nadie se hubiera dado cuenta.

Lo culpable que me sentí durante meses. Era yo, la única persona que había estado cerca de ti durante muchos años. ¿Cómo no me di cuenta? Para mí, simplemente, eras "la loca de mi madre". Habías tenido tus rarezas desde que era cría.

Empeoraron cuando falleció papá, y cuando tu hijo se largó de casa y se lavó las manos del entierro, de nuestro duelo, y de lo que fuera de nosotras en un momento tan delicado.

Empeoraron en varias ocasiones a lo largo de tu vida, y creo que el golpe final fue cuando te operaron del tumor cerebral que superaste con valor y maestría. Pero tú cerebro no aguantó más y perdió el norte por completo.

Lo pagaste con la única persona que te quedaba a tu lado, que fui yo. Me tenías miedo, me denunciabas porque decías que mi hija y yo entrábamos a robar a tu casa, e incluso que quería matarte.

Y al mismo tiempo agredías a los vecinos, porque estabas convencida de que me tenían secuestrada y me estaban torturando. O ibas al hospital preguntando por mi, porque estabas convencida de que había tenido un accidente y estaba en estado grave.

Desde tu infancia, tu vida había sido un calvario. Quiero pensar, que al menos fuiste feliz durante tus años de matrimonio, porque me consta que mi padre fue realmente el amor de tu vida.

Con el tiempo he entendido, que hubiera sido imposible que yo supiera antes de tu enfermedad, porque no soy médica, ni estoy especializada en trastornos mentales.

Y también he entendido, que por desgracia, y aunque suene mal, salvarte de ese tumor cerebral, quizá no fue lo mejor que te pudiera pasar.

Te alargó la la vida, sí, pero a un precio que pagaste muy alto, con tu cordura, sufriendo  delirios persecutorios, viviendo constantemente con miedo de salir de casa y alejada de cualquier realidad.

Un precio muy alto que también pagamos tu nieta y yo, porque sufrimos lo indecible viéndote así.

Sí, hoy cumplirías 84 años. Y me encantaría tenerte aquí. Hace año y medio que no estás, y aún no acabo de hacerme a la idea. Ya ves, a pesar de todo, te echo muchísimo de menos. Me hubiera gustado que las cosas hubieran podido ser distintas. 

Has sido durante toda tu vida un ángel de alas quebradas, privada de poder volar como te hubiera gustado. Al menos, ahora estás de nuevo con tu amor eterno, y podéis volar juntos. Espero que hayas encontrado la paz que no pudiste encontrar en vida.

Yo estoy luchando por encontrar la mía.

Me queda el consuelo de saber que algún día, en alguna otra vida, volveremos a coincidir. Y las cosas serán distintas entonces. 

Hasta entonces, sé que desde algún lugar, y de algún modo, estáis velando por mi. Y eso me ayuda a seguir adelante en épocas como éstas, que no están siendo precisamente las mejores.

Gracias. No olvidéis que os quiero.







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