Cuando ya no buscaba nada
y ya no te esperaba,
estando ya resignada,
fue cuando te cruzaste en mi camino.
Me embrujaste
con tu mirada,
tu sonrisa inmaculada
y tus modales impecables.
Cómo te comportabas
hacía que sobraran las palabras,
y que inesperadamente,
de nuevo en alguien confiara.
Y cuando nada en mi quedaba
que dolor y desconfianza...
Me curaste con tu presencia,
tu paciencia y tu cariño,
que me hicieron de nuevo creer
en la existencia del destino.
© Claudia Aragón García
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