domingo, 5 de enero de 2020

Pídeme lo que quieras




Mamá mintiéndome a los 3 años asegurándome que tres Reyes Magos vendrían con sus camellos hasta mi casa para dejarme unos regalos que sin sentido alguno había pedido.
Mamá inventándose historias para que me comiera la comida. Y contándome que un ratón de apellido Pérez me dejaría un regalo debajo de mi almohada a cambio de mi diente. Como si ese fuera un trueque justo.

Cada noche mamá dándome doscientas razones para convencerme de que tengo que ir a la cama. Aún sabiendo que yo era capaz de darle doscientas una para quedarme. Porque yo no temía al coco. O eso le intentaba hacer creer.

Mamá enseñándome desde pequeña la importancia de creer hasta en lo imposible.
Mamá encima de mi desde que nací. Pendiente de cada uno de mis pasos.

Y yo enfadada con mamá porque no me daba la libertad de vivir por mí misma.

Al final me ha llevado toda la vida entender que mamá quería que conservara mi inocencia. Que aprendiera educación, valores y respeto. Y que no tuviese prisa por crecer.

Mamá quería dejarme volar cuando fuera necesario. Porque ella sabía que llegaría el día en el que yo la necesitaría a ella. Y la volví a necesitar. Todos los días de mi vida.

Porque a mis 24, mamá, despues de haberme prestado su cuerpo entero para que llorara por todos y cada uno de mis desengaños, no me pintó reyes ni princesas. Me dijo la verdad. Le conté que me había vuelto a enamorar. Pero que necesitaba que me prometiera que esta vez no me iba a doler. Porque si de pequeña me protegía de los monstruos de debajo de mi cama, ahora me tenía que respaldar de esto.

Pero mamá, muerta de miedo, me miró con ojos llorosos y me dijo que eso no lo podía hacer. A cambio me aseguraba volver a llorar conmigo en el sofá si algo volvía a salir mal.

Porque mamá lo que siempre había querido era que viviera mi vida con mis propios baches. Porque me ha enseñado que soy yo la que tiene que aprender a levantarse tantas veces caiga. Y mientras tanto, ella se tumbará conmigo hasta que yo encuentre las fuerzas para hacerlo. Ojalá mamá no me hubiese tenido que soltar nunca.

Esa es la magia de las madres. Y no necesitan venir de Oriente ni ser reinas más que de nuestras propias casas.



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