Si os fijais en mi blog, el año más creativo en realidad fué el 2008. He brillado dos años por mi ausencia, a pesar de que cuando mejor escribo es cuando estoy triste. Me fuí a Alemania pensando en que se me abrían mil posibilidades. Y quizá hubiera sido así si no hubiera estado tan al día un factor con el que jamás hubiera contado: la añoranza.
Añoraba tanto mi vida en España, el clima, mi cultura, mis amigos... que no he sido capaz de ser feliz en un entorno tan gris y frío como allí en el lejano norte. Veía como se degradaba la educación de mi hija, porque, en realidad la imagen que tenemos de Alemania no tiene nada que ver con lo que es en realidad. Y menos si estás en el norte, rodeada de alemanes conformistas con la vida que llevan y de extranjeros que se pasan la vida ahorrando para jubilarse e irse a España, siendo toda una vida infelices viviendo para algo que nadie les garantiza que vayan a conseguir. Porque ¿quién nos dice si vamos a vivir tanto tiempo como para disfrutar de la jubilación en tu querida patria? Que se lo pregunten a mi padre que falleció a los 53 años, dejando atrás mujer y dos hijos en un país en el que en realidad nunca quiso estar si no hubiera sido por el dichoso trabajo... Hace ya ni más ni menos 24 años, y aún parece que fuera ayer. Quizá el motivo de pasarlo tan mal en Alemania fue que me daba miedo pasar por lo mismo y no volver nunca con los míos. Porque a pesar de no haber tenido prácticamente nunca una familia intacta, considero mis amigos como si fueran parte de mi. No en vano, mi dicho preferido es el de "Los amigos son la familia que uno puede elegir".
Así que ahora que estoy de vuelta, soy feliz de estar de nuevo con los que considero mi familia. Aunque sean tiempos duros y de crisis, aunque haya que apretarse el cinturón. Un buen día llegué a decir que prefería morir de hambre en España que de pena en Alemania. Y aunque suene muy fuerte, así es. Soy feliz porque el sol y la luz y la alegría que tenemos aquí no me la pagan con todo el oro del mundo. Soy feliz, porque dentro de lo mal que podría estar tengo suerte de ver que las cosas me van cada día mejor. Y sobre todo, soy feliz porque veo a mi hija más feliz que nunca.
Y es que cuando las cosas van mal... en lugar de ver el vaso medio vacío, deberíamos pensar en todas las cosas buenas que aun así tenemos en nuestras vidas.
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