jueves, 17 de agosto de 2017

17-08-2017 Hoy es un día triste... Todos con Barcelona



Hoy es un día triste.

Una vez más, personas inocentes han sufrido en sus carnes la barbarie del terrorismo, han fallecido en nombre de unas creencias y de un extremismo que no tienen ni justificación ni sentido.


Una vez más, una persona que se cree en posesión de la única verdad ha decidido arrebatarle la vida a niños y adultos que no tenían culpa alguna de estar ahí, en el momento y en el lugar equivocado. No tenían culpa de que alguien por los motivos que sea, haya decidido tener que acabar con vidas que aún tenían mucho por vivir y por soñar.


Y me pregunto de nuevo: ¿Hasta cuándo?


¿Hasta cuándo tenemos que permitir que este tipo de cosas sucedan? ¿Cómo podemos evitarlas? ¿Cómo protegernos?


Si alguien tiene la respuesta a estas preguntas que me lo diga, porque yo, por muchas vueltas que le doy, no lo consigo. 


Es dificil separar las cosas y no caer en el racismo o la xenofobia. No, no todos son iguales. No todos somos iguales. En ninguna nacionalidad, raza ni religión. Estas personas que hacen este tipo de cosas son extremistas, y los extremistas para bien o para mal existen en todas las nacionalidades, razas y religiones. 


Pero siempre es más fácil juzgar a un colectivo entero que a personas individuales. Y así estamos. En un mundo lleno de odio, sin distinguir los que nos quieren bien de los que nos quieren mal. Porque tendemos a juzgar a todo el mundo por un mismo rasero y nos perdemos a grandes personas por el camino por unos cuantos monstruos que andan por ahí sueltos.


Me niego. Me niego a pensar que la culpa es “de los moros”, como he oído decir muchas veces. Durante toda nuestra historia, la culpa siempre ha sido de “los musulmanes”, de “los cristianos”, de “los judíos”, de “los de arriba” o de “los de abajo”. Siempre lo mismo, todos al mismo bote.


No sé vosotros, pero yo me considero una persona individual, y como tal, aunque pueda pertenecer a algún colectivo, soy la única responsable de mis actos. Y me gusta pensar que las personas que cometen este tipo de injusticias también lo son. Y que muchas otras de los mismos colectivos se ven negativamente afectadas porque pertenecen a “ los de arriba” o a“los de abajo”. Pues no. 


Ante todo me considero humana, aunque el valor de la palabra “humano” ha perdido mucho durante este último tiempo. Pero es lo que soy: humana. Igual que los musulmanes, cristianos, judíos, budistas, españoles, estadounidenses, alemanes y chinos. Ante todo somos una sola especie, aunque ésta se divida en distintas razas y religiones que causen abismos entre nosotros.


Me considero de Barcelona si hay un atentado en Barcelona, de Asturias cuando se hunde una mina y de África cada minuto que un niño muere de hambre.


No seamos hipócritas. El mal de este mundo nos afecta a todos aunque no queramos verlo.

Así que sí. Juzguemos a los terroristas.Luchemos contra ellos. Pero no caigamos en el error de odiar a los que no son responsables ni adorar a los que parecen inocentes. En esta vida nunca nada es lo que parece y hay muchos intereses ocultos en la mayoría de este tipo de asuntos…


Aunque sea dificil, mantengamos la cabeza fría. Canalicemos la rabia e impotencia que sentimos porque es muy fácil pagarlo con el primero que pasa, pero no siempre es lo más justo.


Esa es mi opinión. Es lo que siento. Y ahora, que me he desahogado, permitidme que me tome un tiempo para mi minuto de silencio particular. Porque ellos, los inocentes, se lo merecen. 


Que descansen en paz.


CAG, 17.08.2017