domingo, 12 de noviembre de 2017

Silencio



No puede haber suficiente silencio cuando por dentro estás lleno de ruido.
Ruido molesto, escandaloso, ruido que no sé cómo apartar de mi.
Y es curioso que cada vez que me acabe de encontrar pase algo que haga que me pierda de nuevo.

¿Qué es la vida, si no un cúmulo de eventos que determinan si somos felices o desgraciados? ¿Qué es la alegría, si no un estado pasajero que luego deja paso a la tristeza?

No puedo evitar seguir sintiéndome vacía. La reciente pérdida de mi madre ha removido de nuevo muchas cosas en mi que pensaba olvidadas. 

Dichoso inconsciente, que no deja de archivar cosas en el fondo del armario para luego dejarlas aflorar cuando menos lo necesitas.

Llevo el duelo de una forma muy extraña. No me paso los días llorando, no. Pero sí sueño mucho, mi inconsciente no para de trabajar y revivir situaciones. En el fondo, que se haya ido ha sido una liberación. Ya no para mi, sino para ella misma. Durante los últimos años no fue ella. Era presa de sus desvaríos, de sus paranoias, de sus alucinaciones. Vivía en constante miedo de que alguien la quisiera tirar de casa, matar, violar, maltratar...

Es tan triste ver a una persona con la que has pasado toda tu vida en esas condiciones. Es cierto que hizo muchas cosas mal en su vida. Pero ¿quién no? Es fácil juzgar a los demás sin mirarnos primero al espejo, pero la autocrítica suele brillar por la ausencia en la mayoría de las personas.

Yo le perdoné ya hace tiempo. En concreto, cuando la diagnosticaron. Fue un proceso extraño. Primero sentí culpabilidad por no haberme dado cuenta de que mi madre siempre había tenido esquizofrenia paranoide. Luego me di cuenta de que no podría haberlo sabido... yo no soy médico, y aunque su comportamiento siempre ha sido algo extraño, para mi lo extraño se convirtió en normal desde muy joven. Y eso dio paso a comprender mejor su vida, sus actos... y como consecuencia, al perdón.

Ahora lo que siento es miedo. Las enfermedades mentales van en los genes. Todos lo sabemos. Me preocupo por mi, pero más aún por mi hija. 

Yo siempre he tendido a problemas de ansiedad y depresión. Me cuesta salir de esa espiral, aunque lo bueno es que la mayoría de las veces soy consciente y lucho para que mis estados de ánimo no me ganen la batalla. Es lo que tiene ser una persona emocionalmente inestable. Y sí, eso es lo que soy. 

¿Horrible? Bueno, agradable no es. Pero si pienso en todo lo que podría tener y no tengo, doy gracias a que sólo sea eso.

Hace no mucho toqué fondo. Caí a los más bajo, en la más profunda oscuridad. Y no fue bonito, no. Pero me ayudó a poder sobrellevar todo lo que está pasando ahora. 

A pesar de todo, la extraño. A veces pienso verla cuando voy andando por el pueblo. A veces sueño que hacemos cosas juntas, como cuando vivíamos juntas y ella aún estaba mejor. A veces, incluso sueño con una familia intacta. Eso que siempre quise y nunca he podido tener. 

Pero lo más extraño es que ahora es cuando más extraño a mi padre. Su afecto y su apoyo siempre fueron mi pilar... y mi pilar se desvaneció cuando yo era aún demasiado joven.

Y me siento sola. Me siento huérfana. Curioso. Es lo que soy, aunque la palabra huérfano solamente se use en menores de edad. Pero eso no hace que cuando uno tiene más edad la pérdida de un ser querido te afecte menos. Todo lo contrario. Puede que te afecte de manera muy distinta. Te hace reflexionar. Te hace que toda tu vida pase por delante de tus narices y te des cuenta de todos los errores que has cometido. Te hace ser consciente. Te hace perdonar. Te hace estar triste, pero también agradecida por los buenos momentos. Porque los hubo, aunque yo ya no los recordara durante estos últimos años.

Sólo puedo decir que ella ahora, por fin es libre. Libre de sus miedos y de todo lo que la ha perseguido y aterrado durante toda su vida. Por fin está donde quería estar, al lado de mi padre. Y espero que los dos hayan encontrado juntos ese descanso que a todos nos faltó en vida.

Me queda el consuelo de saber que por mucho tiempo que pase, siempre los querré, Y que en algún momento nos volveremos a ver y podremos empezar de nuevo, sin orgullo, sin rencor... simplemente con el amor que aunque a veces pasara desapercibido, sentíamos los unos por los otros.

Ahora, que ella descansa en paz, tengo que ordenarme. Tengo que poner orden en mis sentimientos, mis emociones, mi vida entera... Necesito sanar, desde lo más profundo de mi interior.

Y para ello aprovecharé los momentos de tranquilidad y silencio que por fin puedo tomarme con calma, para mirar dentro de mi y poder encontrar por fin esa paz que necesito en mi vida.

Porque la paz no sólo debería encontrarse después de que uno abandone este mundo que conocemos. Es importante encontrarla mientras estemos vivos, y al menos así poder disfrutar del tiempo que tenemos en este mundo.

Para no sentirnos muertos aunque respiremos. Para sentirnos felices con lo que tenemos, aunque siempre pueda haber cosas que añoremos. Para poder ser nosotros mismos, sin límites. Para realizarnos tal y como soñamos y merecemos.

Porque de eso trata la vida: De aprender nuevas lecciones y tener el valor de mirar hacia delante, por duro que sea.