martes, 10 de octubre de 2006

Amores que matan

unicornioalladodeesqueleto

Cuando conocemos a alguien que nos gusta, normalmente solemos sacar lo mejor nosotros para gustarle nosotros también. A partir de ahí, si sale bien la cosa, a veces se nos olvida que conquistar a alguien no es algo puntual y que si realmente queremos a alguien debemos aceptar a la otra persona no sólo con sus partes buenas, sino también y sobre todo con sus partes malas.
Pero eso no significa que no se pueda crecer juntos. Que sea un tabú decir las cosas que a uno no le gustan de otro, significa que algo va mal en la pareja. Una pareja es estar dispuesto a aprender cosas del otro, y también estar dispuesto a dialogar y a ceder y no imponer.
Cuando alguien se siente atacado por el simple hecho de que su pareja le diga algo que no le ha gustado de él y no está dispuesto a dialogar razonando coherentemente, sino simplemente zanja la cuestión planteada diciendo que así es como es él y no piensa cambiar no solamente existe una falta de diálogo y comprensión, sino también una falta de respeto en cuanto a las posibles necesidades de pareja.
Ser pareja implica preocuparse tanto – o más – por las necesidades del otro como las de uno mismo. Y ser capaz de ceder sin dejar de ser uno mismo, no siendo siempre la misma parte la que ceda.
Para empezar, siempre he pensado que una pareja, por muy pareja que sea, siguen siendo dos personas; cada una de ellas con sus gustos y necesidades distintas. Tan importante es saber concederse un espacio para uno mismo que saber respetar el espacio del otro. A veces, eso ayuda a eliminar posibles agobios de fuentes externas y a evitar discusiones tontas que en realidad no tienen motivo real alguno.
También está el problema de que una de las dos partes no sea capaz de entender que no es un reproche a su forma de ser que su pareja le diga lo que no le guste, sino un intento de mejorar las cosas, puesto que quizás lo que sea importante para una persona no lo sea para la otra o viceversa. La intolerancia y el orgullo en estos casos puede echar a perder cualquier relación por buena que parezca desde fuera.
Lo peor de todo es que en una situación llena de malentendidos no se sepa distinguir de los momentos buenos para hablar y los que uno está en caliente ametrallando a su pareja con reproches de situaciones anteriores (en este caso SI hablaríamos de reproches). Hay que saber distinguir muy bien lo que merece la pena o no en una pareja, y cuando ya se llega a un punto en el que simplemente los dos quieren tener razón, o uno busca los culpables de la situación, ya no merece la pena hablar, y menos en caliente.
Es más fácil buscar la culpa en el otro que ponerse a buscar soluciones, pero seguramente más destructivo para una relación.
Es más fácil hacerse el mártir y buscar las culpas en la otra persona que mirar dentro de uno y admitir que posiblemente no tenga razón.
Es difícil conocer a tu pareja en toda una vida, y mucho menos si cada día es de una forma distinta sin constancia alguna en lo que dice y hace. Si lo que vale son los hechos a veces nos deberíamos dar cuenta de que muchas de las palabras que decimos sobran, pero que algunas palabras lanzadas al aire son como puñales que dejan heridas y por lo tanto mejor no pronunciarlas. Y que las palabras vacías al final cansan, desilusionan, y hacen morir el amor. Porque de lo que siembres hoy, mañana cosecharás, y si lo que das es indiferencia y susceptibilidad al final recibirás lo mismo a cambio.
Y es que, aunque el amor existe, por mucho amor que haya no sirve de nada si una de las dos partes implicadas, o en otros casos incluso las dos, no son lo suficientemente maduras como para afrontar los problemas de una manera productiva.

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