martes, 3 de febrero de 2015

Felicidad

 


No me cansaré nunca de decir que las mejores cosas en nuestras vidas no son las materiales, sino aquellas que no se pueden adquirir con dinero. Son las personas que comparten momentos especiales con nosotros, un detalle inesperado, una sonrisa, la complicidad compartida...
Son los amaneceres en la playa, la mirada fiel de mi perro, los ronroneos de mis gatos y los abrazos de mi hija. La sonrisa de mi chico y las risas con mis amigos.


Hay tantas y tantas cosas bonitas en nuestras vidas que solemos dejar pasar desapercibidas, y más cuando estamos tristes y decaídos por algo. Y precisamente entonces es cuando más presente deberíamos tener esas pequeñas cosas que nos brindan la felicidad.


Porque la felicidad no se encuentra detrás de la próxima esquina que doblemos, es algo que debemos llevar dentro aunque a veces no seamos capaces de sentirlas. Es algo que debemos crear y fomentar todos los días para que vaya creciendo y motivándonos para poder seguir siendo felices.


La felicidad, al igual que el amor, no se encuentra... se construye. Requiere mimos, cuidados y mucha paciencia. Y nadie dijo que fuera fácil. Muchas veces debemos tomar decisiones que nos rompen por dentro aunque sepamos que a la larga es lo mejor que podemos hacer y otras muchas veces tomas esas decisiones por nosotros sin darnos opción a poder cambiar las cosas.


Pero ese es el único sentido que tienen los años que pasamos en esta tierra que consideramos nuestra sin darnos cuenta de que nosotros venimos de ella y volvemos a ella, para pasar a un mejor plano cuando dejemos de estar presentes en este mundo.



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