martes, 14 de febrero de 2017

Gritos desde el alma




Dicen que la vida es un constante cambio, y estoy totalmente de acuerdo con ello. Lo que no dicen, es que a veces esos cambios van acompañados de mucha incertidumbre, de momentos en los que te pierdes y no sabes por dónde buscarte, de sueños rotos aunque vengan otros nuevos de los que no puedes disfrutar porque solo sientes a medias si no te has recuperado lo suficiente de la vida.

Porque la vida, por mucho que digan que es bella, también es sufrimiento. Mucho sufrimiento para vivir unos pocos momentos bellos a cambio. Y aún así nos dicen que merece la pena. Y aún así, quiero creer que merece la pena.

No obstante, los días en los que los hombros te pesan demasiado como para levantarte de la cama, y el malestar físico causado por problemas emocionales relacionados con la vida, te pueden. Y te preguntas para qué levantarte otra vez, sólo para esperar el momento en que algo te vuelva a hundir y quieras esconderte de nuevo llorando bajo las sábanas, o lo que es peor, quieras desaparecer del mundo porque ya no te quedan ni lágrimas para llorar y no crees realmente en que algo de lo que tienes en tu vida vale lo suficiente como para seguir aguantando una cruz invisible que en gran parte ni siquiera es tuya, pero te toca llevarla igual porque el destino así lo ha querido.

Hay días negros en los que todo es más triste, más oscuro, y más desolador. En los que uno no quiere reir para hacer feliz a los demás, entre otras cosas, porque a nadie le interesa la oscuridad que hay detrás de tu sonrisa. Hoy en día, las personas se limitan a querer solo las risas, lo bonito, lo agradable. Nadie se para a pensar que todos somos mitad luz y mitad oscuridad, que todos tenemos nuestros momentos, y que a todos nos gusta contar con alguien cuando estamos mal.

La gente te ve siempre sonriente y piensa que tú eres así, alegre, invencible, fuerte.
No se paran a mirar lo que hay detrás.
Recuerdo cuando hace mucho caí en una profunda depresión y una de mis supuestas mejores amigas me preguntó toda incrédula cómo podía ser si me pasaba el día riendo y gastando bromas. Es lo que tiene no mirar más allá de la superficie.

Quizás por eso cada vez me distancie más de ese tipo de personas que solo te quieren para lo bueno. Me cansa tanta superficialidad. Está claro que a todos nos apetecen los momentos bonitos, pero ¿qué tipo de persona eres si luego le das la espalda a alguien con quien te gusta reir solo porque de repente ves que la tormenta se ha apoderado de esa persona y de la que no sabe como salir? ¿No sería mucho más humano que todos estuvieramos ahí para tendernos mutuamente una mano?

Es lo que tiene la vida. Que no todo es como debería ser. Que todo es mucho más complicado de lo que podría ser. Que muchos seres humanos son por naturaleza, retorcidos, egoistas e inhumanos.
Por eso aprecio tanto a las pocas personas en las que realmente puedo confiar, que son justamente las que ven dentro de mi y ven mis tormentas y me ayudan a pasarlas, apoyándome o simplemente acompañándome en silencio sabiendo que no pueden hacer otra cosa que hacerme saber que están ahí.

Me quedo con esas personas que aún tienen corazón, que aún sienten, que aún tienen arrebatos, lloran, gritan, se desesperan,... porque eso es lo que las hace ser auténticas.
Me sobran las promesas falsas con sonrisas superficiales.
A veces, un simple abrazo inesperado, dice mucho más de una persona, que diez años de amistad viéndose todos los días.

Mañana será otro día. Puede que esté menos hundida, menos triste, menos desganada. Y puede que no. Hoy por hoy, mi alma está llena de agonía que no sé cómo acallar. Pero todo pasa, y sé que cualquier día de estos brillará de nuevo el sol.

Y seguiré luchando, porque sí, porque soy fuerte, porque por cansada que esté siempre acabo levantándome de nuevo. Porque la fuerza que me guía no es otra que la del amor, en el que sigo creyendo a pesar de todo. Es el amor y la bondad de algunas personas el que hace que los actos de otras no parezcan tan malos aunque lo sean.

Y en ese mi camino, agradeceré siempre tener a mi lado a esas personas que aguantan mis berrinches, mis silencios y mis arrebatos. A esas, que me hacen reir sabiendo que no estoy bien, que me cuentan sus cosas, que comparten de cierta forma, sus vidas y sus propias tormentas conmigo. A esas pocas que tengo el privilegio de llamar AMIGOS, porque es lo que realmente son, y más que comprobado está que no siempre los amigos son los que uno tiene más cerca.

Va por vosotros, si me leéis ya sabéis quienes sois... os quiero, a todos y cada uno de vosotros, de una forma muy especial. Porque sois auténticos, y eso, para mi, os hace realmente únicos e intransferibles.





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