Sin promesas.
Sin obligaciones.
Llegando, sin invitaciones.
Porque la vida nos presentó,
sin estridencias.
Y nos fuimos haciendo presencia,
manejando ausencias.
Porque sabemos cómo.
Y aún no cuándo.
Porque el respeto impera.
Y es ley, el sentimiento.
Porque fuimos creciendo.
Y hay una espera.
Sin promesas.
Ni condiciones.
Un vínculo que se expresa
en un latir.
Almas que se saben y se contemplan.
Permitiendo detenerse…
en un sentir.
Porque estás aquí.
Porque sigo estando.
Porque somos, de la mano,
aún sin tocarnos.
Y aún sin presentir.
(Marcela Peralta)
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