martes, 26 de julio de 2005

La mañana después de la batalla



¿Ahora qué? Todo arrasado, todo por los suelos. Hace frio. Los ojos hinchados de tanto llorar. Se acabó... ¿y ahora qué? ¿Ponerme de nuevo a colocar piedra sobre piedra para que de nuevo al final todo quede por los suelos? ¿Merece la pena volver a reconstruirlo todo? Desolación, vacío.
Pero me remango y me pongo manos a la obra. No soy de las que se quedan parada. A veces, me gustaría serlo. Pero no tengo remedio.
Una piedra, la primera... la que más cuesta levantar : se llama orgullo. Me pongo delante y la miro... y me pregunto si merece la pena levantarla o no. Y me pregunto ¿porqué siempre yo? Pero al final me acerco y la cojo, y la dejo en su sitio. El paso más dificil ya está dado.
Me voy a por la siguiente, otra dificil de levantar en ocasiones. Su nombre es comunicación. Después de haber levantado la del orgullo ya me siento con más fuerzas y voy decidida a por ella. Pero nada más cogerla comienza a agrietarse y a partirse en trozos pequeños de los cuales al final sólo queda polvo. No entiendo nada.
Miro a mi alrededor y veo que a las piedras que pensaba coger después les está pasando lo mismo aún sin haberlas tocado. La ilusión, la esperanza, el valor... todo hecho añicos, piedras convertidas en polvo que el viento esparce a su antojo.
Vuelvo a sentir el frío, vuelve a mi esa sensación de vacío... pero aún no lo doy todo por perdido.
Porque soy así, porque no me doy por vencida mientras quede una gota de sangre y vida en mi. Así que me remango y voy en busca de la piedra más importante de todas, la única capaz de ayudarme a reconstruir este desolado paisaje y de volver a hacer latir mi corazón.
¿La conoces? Todos la llevamos en nuestro interior...
Esa piedra se llama AMOR.

1 comentario:

  1. Hermosa descripción del renacer... Y no más empezar otra vez todo polvo. Y la solución el amor!!

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