Es triste darte cuenta de que toda la confianza que has puesto en una persona ha sido para nada, que esa persona no es ni lo que parecía ser, ni lo que uno pensaba que era.
Que de repente te de alguien la espalda por haber hecho tú una vez mal las cosas, cuando esa persona las ha hecho mal desde un principio, y con bastante más frecuencia que uno mismo.
Que te crucifiquen sin ni siquiera poder replicar, explicar porqué las cosas han sido como han sido, y sin poder rectificar.
Duele cuando te das cuenta de que todas las palabras no eran dichas más que para hacer oir lo que uno quiere oir, en lugar de ser sinceras.
Duele, y duele tanto más cuando has estado en todo momento incondicionalmente al lado de esa persona, pasara lo que pasara y fueran las cosas como fueran.
Defendiéndola ante todo aquel que pensaba lo contrario a uno mismo, a sabiendas, en el fondo, de que fuera muy probable de que en realidad tuvieran razón.
Duele, cuando se supone que había un cariño sincero por ambas partes y queda demostrado que no era tan mutuo como nos querían hacer ver.
Cuando te das cuenta de que todas las esperanzas puestas en una persona, y toda la fe que se ha tenido hacia ella, no han servido para más que para que se rian de una. Y que, para colmo, te hagan responsable de la parte que te toca, y también de la que no te toca.
Quizás es que es más fácil darle la vuelta a la tortilla y responsabilizar a los demás de nuestros actos, en lugar de dar la cara y aclarar las cosas a buenas, de forma que ambas partes puedan exponer sus puntos de vista y al menos quede claro donde ha estado el fallo. Independientemente de la decisión que se tome después sobre ello. Es lo que harían las personas adultas y suficientemente maduras.
Pero no nos equivoquemos, seamos realistas...
Sería muy fácil culpar en estos casos a las otras personas, aunque no creo que sea realmente lo que debemos hacer, puesto que siempre hay parte de culpa en nosotros. Es posible que los demás actuen mal, pero somos nosotros los que la mayoría de las veces cerramos los ojos, sin querer ver lo que realmente tenemos delante.
Así de triste son a veces las cosas.
Aun así, quiero darle las gracias de nuevo a la persona implicada por todo lo que me ha hecho aprender, tanto bueno como malo, y de todo lo que me ha aportado en los pocos momentos realmente buenos que hemos vivido juntos.
Lo cortés no quita lo valiente.
Porque YO si era sincera cuando hablaba del cariño que le he tenido en todo momento, y en el fondo estoy segura de que ha de saberlo.
Espero de corazón que sea feliz, aunque yo nunca llegue a saberlo.
Y no voy a dar explicaciones a nadie, por mucho que se piense que voy aireando mi vida con todo el mundo... él ya sabe de qué hablo en todo momento.
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