miércoles, 30 de abril de 2014

Crecimiento personal



Debe ser la primavera. Ultimamente tengo los sentimientos a flor de piel y las hormonas revolucionadas. Me siento feliz como nunca, es como si todo lo que siempre he deseado se hubiera concentrado en mi vida durante este último tiempo para hacerme bien. 

No, no es todo de color rosa. Ni mucho menos. Sigo, como la mayoría de los españoles, con problemas para llegar a fin de mes... a veces, incluso a mediados.

Pero he eliminado de mi vida todo lo que me transmitía energía negativa, todas esas personas que solamente se dedican a quejarse, a hacerse las víctimas, a criticar a los demás. A los vampiros emocionales que no chupan sangre pero sí te dejan seca en cuanto a energía para centrarte en lo importante.

¿Y qué es lo importante? Pues lo bueno en nuestras vidas. Y por muchas cosas malas que tengamos en ellas, SIEMPRE hay algo bueno.

En mi caso, mi hija, que es mi mayor tesoro. Se está convirtiendo en una preciosa adolescente a la que adoro profundamente, y que además aunque a veces sea un bichito, me quiere con locura y así me lo transmite día a día.

Mi trabajo, que va mejor que nunca. Esperemos que siga así, que buena falta me hace... Y aún así me siento afortunada de tener lo que tengo.

Mis amigos. No aquellos que dicen serlo, sino los que lo demuestran. Los que me dan abrazos llenos de vitalidad, los que me acompañan en la distancia preocupándose por mi, los que me ayudan a ser mejor persona en lugar de decirme todo aquello negativo que me rodea, y sobre todo, los que respetan mis decisiones y mi forma de ser.

A veces, duele tener que despedirse de ciertas personas. Pero cuando lo has hecho te das cuenta de que era lo que necesitabas para ser feliz. No por muchos años que conozcas a alguien significa que esa persona te haya estado haciendo bien. Es duro, sí. Pero no me arrepiento de ningún paso de los que he dado en los últimos meses.

Y como siempre, cuando algo se va, es porque algo mejor ha de venir... esa persona que lleva casi tres meses en mi vida y me hace sentir mejor persona. La que sin comerlo ni beberlo consiguió en un sólo momento que me despidiera de todos mis fantasmas del pasado y pudiera cerrar de una vez por todas el capítulo tan doloroso que tenía pendiente de cerrar. La que simplemente, y sin muchas palabras, me hace sentir feliz y me demuestra que no es necesario estar rebuscando lo malo cuando algo es bueno.

Y sobre todo, que se debe confiar. Porque si tú no confías es imposible que nadie más confíe en ti, y eso hace imposible cualquier relación interpersonal, de la índole que sea. La confianza es todo. Puedes meter la pata. Pueden hacerte daño. Puedes llorar. Pero solo así serás capaz de saber si el riesgo valió la pena. Porque a veces, por miedo a que nos hagan daño dejamos perder lo bueno que tenemos justo delante de nuestros ojos y no somos capaces de ver.

El secreto está en creer que uno mismo es lo suficientemente bueno como para que otra persona pueda confiar en ti y querer estar a tu lado. Sin querer cambiarte. Sin ataduras. Porque querer cambiar a la otra persona pretendiendo que te acepten a ti tal y como eres, es de no tener dos dedos de frente. Y las ataduras son lo primero que hace que la otra persona quiera salir corriendo. Yo no me dejo atar, por lo tanto, intento no atar. Es bonita el ave que vuela y aún así regresa siempre a su hogar. Lo que te hace volver no son las cadenas, sino precisamente la libertad.

Eso es lo que quiero en mi vida. Personas con valores. Y con suficiente confianza en ellas mismas como para saber que no hace falta hundir a los demás para que puedan sentirse seguros.  Y que si alguien ha de quererte, lo ha de hacer con libertad y confianza.

Todos tenemos el derecho a elegir lo que queremos en nuestras vidas. 

Y yo puedo decir que después de mucho tiempo he aprendido a descartar lo que no me hace bien para quedarme con lo que me aporta algo bueno. Y estoy muy orgullosa de ello. Porque desde que he comenzado a actuar así las cosas me van mucho mejor y estoy muy en paz conmigo misma. 

A los que me acompañáis en este proceso de crecimiento personal que obviamente estoy pasando, agradeceros vuestra presencia porque si seguís a mi lado significa que sois de lo mejorcito.

Os quiero.



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