
Ya están aquí las adoradas (por mi más bien temidas) Fiestas Navideñas.
Un año más el estrés de compras de última hora a precios desbordados y consumismo sin medida. Un año más de cenas de compromiso y sonrisas falsas entre familias que no se hablan durante el resto de año. Si la Navidad es conocida como la fiesta del amor, me pregunto... ¿no deberíamos pasarlas con personas a las que realmente apreciamos y queremos en lugar de hacerlo con personas que en el fondo no podemos ver? Y... ¿porqué nos empeñamos en hacerles notar a los seres queridos sólo que los queremos cuando hay fechas que así lo exigen?
Yo creo que es mucho más bonito y sincero demostrar las cosas en el día al día... una sonrisa, un detalle, un abrazo o incluso un te quiero; no tienen porqué venir sólo en unos días marcados en un calendario.
Es cierto que en estas fechas de repente uno se da cuenta que hay gente que piensa en uno cuando hace tiempo que ya no hay contacto... y eso me da mucho que pensar. En el mundo que vivimos, rodeados de excesivas horas de trabajo y de estrés por tener que cumplir con mil y una obligaciones, muchas veces nos olvidamos de las pequeñas cosas de la vida, sin darnos cuenta que esas cosas precisamente son las que más importan.
Nos centramos tanto en el poco tiempo que tenemos y los muchos problemas, que no nos damos cuenta que nos rodea gente que a veces nos necesita... descuidamos a nuestros amigos, y a veces hasta a nuestras familias.
Y como dice el refrán... uno no se da cuenta de lo que tiene hasta que lo pierde.
Quizás deberíamos centrarnos más en tratar a los demás un poquito mejor durante todos los días el año, al fin y al cabo sólo necesitamos dar lo que pedimos para nosotros... no puede ser tan difícil ¿o si?